David Hernández Palmar nació en Maracaibo, vivió su infancia en la comunidad indígena Guayasirú del pueblo Wayuú en La Guajira venezolana, en una familia de clase trabajadora, de la que recuerda afecto y protección, tardes de pastoreo de chivos y búsqueda de agua al jagüey: “Recuerdo muy marcadamente algunos atardeceres, la fuerza de la lluvia y viento como sonaban, pero sobre todo la felicidad que siempre me dio ir al mar”. Es co-fundador de la Muestra de Cine Indígena de Venezuela y coordinador del Programa de Profesionalización para Cineastas Emergentes
Tejidos de Dignidad. Nos llama la atención que al buscar por internet quién es David Hernández Palmar aparece en wikipedia una reseña exclusivamente en idioma indígena, en wayuunaiki. ¿Conoces quién la elaboró? ¿Participaste de esa iniciativa? ¿Qué opinión te merece?
DHP. Esa iniciativa la lleva Neyma Paz, ella es hija de Ramón Paz Ipuana que es un escritor wayuu muy prominente, es el que este sentó bases para lo que es la oralitura del pueblo wayú. Así mismo también, en términos narrativos, es una referencia para muchos de los que estamos haciendo cine hoy día, lo que entendemos un acercamiento al futurismo indígena en términos de la estética, lo que ha escrito. Por ejemplo, “La capa del morrocoy” es una de las obras de Ramón Paz Ipuana que es el papá de Neyma Paz, quien a su vez es quien ha hecho esta iniciativa de comenzar a escribir en wayunaiiki los perfiles de personas wayuu que estén en el radar de ella y que consideren de poder hacer un perfil. Es un trabajo muy lindo que siento, también, da una clave de cómo empezar a reclamar espacios dentro del tema digital y el uso de la tecnología.
Tejidos de Dignidad. ¿Cómo llegaste al cine? ¿Por qué decidiste dedicarte a la comunicación y al cine? ¿Cómo te formaste?
DHP. Bueno yo creo que mi llegada al cine tiene que ver también con esas revistas de geomundo que son parecidas a las de National Geographics que mi abuelo y mi abuela tenía en su biblioteca allá en La Guajira, y siempre había las publicidades de las cámaras y siempre tuve curiosidad de cómo es que un aparato así como éste podía capturar una imagen. Entonces, era la noción que yo tenía de poder mirar, de poder este mirar esos equipos, entonces siempre estuve obsesionado con cámaras desde pequeño.
Luego, después de grande, mi mamá como maestra de aula, es una de las personas que ayudo mucho en las políticas públicas en Venezuela -entre otras personas- para poder proponer el derecho de cada pueblo a decidir cuál va a ser su malla curricular o las cosas que necesitan para hacer en términos de educación. Y mi mamá me invitó a poder acompañarla haciendo fotos de los procesos, visitando otras comunidades, documentar como testimonio de gestión pública, hacer fotos para acompañar toda la iniciativa que se estaba haciendo.
Luego, entró a estudiar comunicación social que era como lo más parecido en términos de acceder a la herramienta audiovisual. Igual la universidad formaba como en algo más televisivo, más como de reportaje y, sin embargo, también estudié fotografía. Entonces, tenía como el referente de tomar fotos para sostener la palabra, el estudiar fotografía como para entender la base del cine y lo audiovisual también entendiéndolo como hacer periodismo.
También, mi tesis cuando la realicé revisé un poco cuáles son o cómo entiende el pueblo wayuu del Socuy, que resiste la minería, cómo entiende la calidad de vida, desde las propias formas de entender, qué es eso de una calidad de vida, con acceso a agua, con poder sembrar, tener acceso a alimentos. Si bien el concepto de calidad de vida es una construcción bien relativa y bien sesgada, tal vez, desde Occidente, pero bajo esa clave también qué es lo que proponen los pueblos, finalmente desde la certeza, la cosmovisión del Buen Vivir.
En términos políticos respecto al cine, yo agradezco mucho la oportunidad que tuve en la Cinemática Nacional de Venezuela, cuando se hizo la red de Cine Comunitario en Venezuela. También fue la Cinemática la que nos apoyó, a mí, a Yanilú y a Leiqui, para poder hacer la primera versión de la Muestra Internacional de Cine Indígena de Venezuela, y ha sido nuestra base política también de entender el retorno de la imagen hacia los territorios. La misma experiencia de la Maestra Internacional de Cine Indígena fue la que dio origen a nuestra Muestra de Cine y Video Wayuu, que es una apuesta del pueblo wayuu, entendiéndolo desde la realidad binacional, transfronteriza o fronteriza, como lo quieran llamar, pero es una apuesta territorial que nos ha permitido tener conversaciones con respecto a cómo ponernos de acuerdo en cuanto a educación y salud, ésto viene a ser como una de las conversaciones con respecto a la comunicación. Cosa que también sembró mucho Farías Montiel en vida que tenía que ver con la soberanía visual de los contenidos en la frontera.
Lo demás ha sido de la curiosidad propia de entender cómo otros pueblos han podido reclamar la autorepresentación de sus procesos políticos y también desde una cinematografía, entonces eso forma parte de mi formación política y la aproximación al cine.
Tejidos de Dignidad. ¿Cuáles han sido las producciones en las que has trabajado, cuál ha sido tu rol y cuáles son sus temáticas?
DHP. He participado en muchas producciones, por ejemplo, una de las más significativas que fue como al principio de cuando empecé a hacer documentales fue “Dueños del agua” que codirigí con un hermano indígena de Brasil del pueblo Xavante, y con Laura Graham una amiga antropóloga. Entonces, fue una colaboración sobre cómo entender una coproducción entre Estados Unidos, Brasil, Colombia y Venezuela, en este caso, por el pueblo wayuu.
También he sido director, he producido muchas obras en coproducción, en producción asociada. En plena pandemia grabé, un cortometraje con mi mamá, la primera vez donde escribía y también hacía ficción y fue muy lindo, la experiencia de co-crear con mi mamá y también con Flor Palmar, y también mirar qué posibilidades tiene el cine en cuanto a que uno puede recordar memorias de la niñez, y cómo eso pueden ser metáforas para poder hablar sobre la reciprocidad. Entonces, es un corto que se llama “Historias de mi madre o Relatos de mi madre”, tiene que ver con eso, si bien no existe una palabra que defina reciprocidad, sí hay hechos que uno puede citar que se parece a la construcción o la definición sobre qué es reciprocidad. En el caso wayuu es podernos visitar largas distancias para demostrar a otra persona que a uno le importa un familiar, un hermano, una hermana, etc.
Tejidos de Dignidad. ¿Cuáles consideras que son las particularidades de hacer cine indígena?
DHP. Yo creo que las particularidades de hacer cine indígena tienen que ver con lo siguiente: Uno, con el hecho de que tenemos como pueblo un derecho de relacionarnos con otros pueblos, y creo que la cinematografía es uno de esos espacios en los cuales podemos relacionarnos. Si bien cine indígena es una categoría que discutimos con lo blanco mestizo, la sociedad no indígena, tiene que ver con que existe el cine como un hecho concreto de contar historias, imágenes en movimiento y sonido, pero que tiene también su identidad, en términos de por ejemplo cine tzotzil, cine wayuu, cine mapuche, cine yukpa, etc. Pero que, finalmente, también creo que las particulares de hacer cine indígena tiene que ver con que, cuando nos reconocemos como pueblo, podemos poner en crisis la metáfora del dinero, que podemos hacer trueque para poder finalizar una peli, poniendo la palabra de alguien, alguien coloca una cámara, gestiona dinero para el seguro, o de pronto el color, el sonido. Entonces, digamos, esas son las particulares que tienen que ver con hacer cine indígena.
Tejidos de Dignidad. ¿Quiénes apoyan la realización de producciones indígenas en América Latina? ¿Cómo son los circuitos de distribución de estas obras?
DHP. En América Latina, el apoyo hacia la relación de producciones indígenas, digamos en los últimos 10 años, han cobrado vitalidad en ciertas convocatorias de algunas instituciones fílmicas, y tiene que ver con que las narrativas o el trabajo de los curadores europeos ha visto que se cuenta la misma historia desde Occidente, distinto dinero, distintos idiomas, pero casi siempre se cuenta la misma historia. Entonces han visto una oportunidad en el cine de los pueblos, de poder empezar a programar esta cinematografía que tiene muchos años, no solamente de hacer, sino también en reclamar sus espacios propios en proporción a la justicia que merecen nuestras historias.
Entonces yo creo que muchas de las convocatorias hoy día tienen que ver con unos momentos históricos, con el reconocimiento que hace el cine a la cinematografía mundial. Y por ahí la responsabilidad como pueblos de poder criticar y también de tener mucho cuidado cuando llegan personas diciendo que quieren colaborar o coproducir, porque tampoco es que la tienen clara con respecto a cómo hacer cine con las comunidades indígenas. Porque hay veces que hay derechos económicos más reconocidos para un chef en comparación con una cocinera en territorio, entonces es ahí donde ponemos en discusión o debatimos o criticamos estas prácticas que tiene el cine, que es patriarcal, que es vertical y que tiene mucho que ver en cómo se usó esta herramienta de contarnos para deformar el decoro de los pueblos.
Entonces, creo que la autorepresentación es muy importante, sostenerla frente a estas convocatorias que están saliendo, como por ejemplo La Cámpara, Mesoamérica o, en el caso de Colombia, el FDC (Fondo para el Desarrollo Cinematográfico). También, convocatorias a nivel internacional que apoyan a ciertos países en América Latina y el Caribe, que es para etapas de desarrollo que es cuando más cuesta, cómo arranco yo mi historia. Creo que hay varias instituciones que sí están buscando el apoyo y hay personas claves dentro de esas instituciones también que tienen la sensibilidad de, al menos, poder armonizar un poco la necesidad o la demanda que tienen los pueblos en cuanto al acceso al dinero. No quiere decir que está resuelto todo, se necesita un presupuesto vigoroso, eso con respecto a cómo es el apoyo a esa realización de producciones indígenas de América Latina
En cuanto al circuito de distribución o difusión de estas obras los circuitos de difusión o diseminación o exhibición de estas obras, hay varios: la misma Muestra en Venezuela, La Musigüa o Ficwallmapu en Chile-Argentina digamos; también está Daupará en Colombia, así como hay otras muestras también organizadas por pueblos indígenas.
Tejidos de Dignidad. ¿Qué desafíos enfrentan los cineastas indígenas hoy en día?
DHP. Yo creo que los desafíos que enfrentan los cineastas indígenas hoy en día tienen que ver: Uno, con el catálogo de derechos básicos que tienen cualquier persona. Tiene que ver con que a veces se nos exigen cierta calidad estética occidental, cuando realmente hay cuestiones en los territorios que tienen que ver con derechos básicos de acceso a la salud, la educación, de tener agua, que el agua esté disponible o un agua sana para poder tomar.
Entonces, creo que también es necesario cómo empezar a mirar, desde una mirada más profunda, qué desafíos son, pero creo que los desafíos tienen que ver con que sean escuchadas las demandas y que nuestra voz sean parte de la gran conversación en términos de la toma de decisiones para fondos, para el fomento del cine indígena o el cine hecho por indígenas, porque también los indígenas tenemos el derecho a mirar otras cosas que no solamente sea nuestra propia comunidad. Creo que, también, los indígenas podemos empezar a hacer metáforas de cómo nos sentimos fuera del territorio o empezar a tocar otros temas como, por ejemplo, el machismo, otro tipo de cosas que están dentro y fuera del territorio.
Tejidos de Dignidad. ¿Nos puedes contar sobre el Programa de Profesionalización para cineastas emergentes? ¿Cómo se creó, quiénes pueden participar y de qué manera?
DHP. Es una idea que sale, sobre todo en momentos de pandemia, cuando los pueblos fueron ratificados desde la propia narrativa, y que nuestro punto era que volver a la raíz no es atraso o volver a la raíz no es empobrecimiento, algo paupérrimo, sino más bien plantear otra relación con la madre tierra, pero sobre todo romper esa noción de que la naturaleza y los seres humanos estamos aparte. Entonces, se crea el programa de profesionalización para cineastas emergentes, precisamente, para poder visibilizar las narrativas que se construyen desde bosques tropicales para combatir la crisis climática. De eso se trata ese programa.
En el caso de quienes participan, participan personas en tres grupos lingüísticos occidentales: castellano inglés y portugués, y de allí esos idiomas que pueden ser segundos o terceros idiomas de muchos pueblos dan una diversidad de al menos unas 46 personas en el año uno, dos, tres, porque estamos en el tercer año de la mentoría de este programa de profesionalización para cineasta emergentes. Quienes han podido hacer cambios con sus cortos o largos en políticas públicas, pero también visibilizar una campaña, parar algún tipo de minería o algún tipo de extractivismo dentro de sus territorios. Pueden participar las personas quienes tengan historias, ya se han hecho convocatorias abiertas y también por invitación según las organizaciones que están.
En el caso de Venezuela está Kuyu Saúl López, que es uno de nuestros mentis, él es del pueblo yekuana y es una de las personas claves en referencia a cómo se trabaja con la niñez indígena y la animación.
Tejidos de Dignidad. ¿Qué quisieras que sucediera en Venezuela en relación a la producción y el consumo de cine indígena?
DHP. En Venezuela creo que hay que seguir fortaleciendo las personas que todavía permanecen en territorio, casos Kuyu, como Awki Quilema en Mérida del pueblo quechua, y otros otras personas, hermanos y hermanas que están en las fronteras. Tiene que ver con seguir reconociéndonos, identificando la posibilidad de fortalecer o completar los trabajos. No necesariamente los pueblos indígenas formamos parte de esa narrativa occidental de la diáspora que tienen otra agenda o, tal vez digamos, no hay una conversación específica para los indígenas, sencillamente no nos sentimos identificados con eso. Lo que quisiera que sucediera en Venezuela es que la gente pueda disfrutar otra versión más de la Muestra Internacional de Cine Indígena de Venezuela. En cuanto a la producción, que haya más posibilidades de que indígenas como Kuyu, y otros hermanos y hermanas, puedan tener un estreno en distintas comunidades.
Entonces, mi invitación sería a que sigamos contándonos y agradecer mucho a Tejidos de Dignidad por esta oportunidad de también reunirnos a muchas personas que estamos desde nuestras capacidades en la colectividad de poder seguir fortaleciendo el cine indígena.